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EL ABISMO DE LOS SIN DUELO


Consecuencias Psicológicas de la Desaparición Forzada.
En el proceso de aceptación de los familiares que pasan por la experiencia de una desaparición se presentan el rechazo y la recurrencia. No hay una forma universal de duelo ni de sobrellevar el dolor. Sin embargo por un lado la supresión, incluso el rechazo o la negación de lo que sucedió, y por el otro la recurrencia son pautas que se repiten. Una vez que se ha completado el proceso de duelo, se produce un balance entre los dos sentimientos. A partir de este momento recurrencia y rechazo pasan a controlarse por medio de la fuerza de voluntad del individuo: se puede pensar en lo que sucedió pero también preferir ignorarlo.


Trataremos la presencia-ausencia en este tema; el duelo en los familiares de detenidos-desaparecidos y también en la sociedad donde este crimen se ha perpetrado.


Hemos de conocer, estudiar, y comprender en toda su dolorosa magnitud, lo sucedido con los familiares.


“NO PUEDO DECIR COMO UNO SE SIENTE, PORQUE NADA TIENE EXPLICACIÓN, NO PUEDO PENSAR QUE ESTÉ MUERTA, MI PENSAMIENTO ES QUE AUN VIVE. AUN CUANDO ME ENTREGUEN LOS DESPOJOS NO VOY A CREER. ¿QUE ME VAN A ENTREGAR PARA JUSTIFICAR QUE ESTÁ MUERTA? NO CREO QUE SE VAYA A SABER LA VERDAD. ME GUSTARIA SABER LA VERDAD, PERO SIENTO QUE NO LA CREERÍA”.


En estas palabras, dichas por la madre de una detenida-desaparecida, se encuentran la mayor parte de las alteraciones psicológicas que provoca esta realidad: el compromiso afectivo, la confusión, la ambivalencia, la incredulidad, la pérdida total de la confianza, la imposibilidad de saber la verdad de lo ocurrido con su hija y por sobre todo, no saber más de su vida o de su sobrevida ni de su posible muerte, y también la negación de una posible verdad.


Al recorrer el camino sobre el concepto de Duelo, no entraremos en grandes reflexiones, pues, desde lo vivido y compartido con los familiares, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que en ellos no existe un proceso de duelo propiamente dicho.
Etimológicamente, el concepto de duelo, según la Real Academia de la Lengua Española tiene al menos dos acepciones diferentes; el referido a una guerra, combate o pelea entre dos personas –batirse en duelo- y, por otra parte el duelo referido al dolor, lástima, aflicción manifestado por la muerte, y que da lugar a la reunión de parientes, amigos cercanos que asisten a la casa mortuoria, a la conducción del cadáver al cementerio o a los funerales.


El duelo es el proceso, el trabajo o la elaboración objetivo y subjetivo que sigue a la muerte de una persona amada. No debe aplicarse a ningún otro tipo de pérdida, por dolorosa que sea. Al afirmarlo, queremos resaltar que en los familiares de detenidos-desaparecidos existirá siempre una polémica entre la vida y la muerte, porque ni la continuación de la vida ni la muerte han podido ser confirmadas. Por tanto, el proceso de duelo está detenido, suspendido en el tiempo.


“CUANDO SE TE MUERE ALGUIEN, TU PARAS, DEJAS DE TRABAJAR, COMO EN NUESTRO CASO NADA DE ESO OCURRIÓ, NO ASUMÍA SEGUÍA PENSANDO EN QUE ALGO OCURRIRÍA Y QUE ELLA APARECERÍA Y HARÍAMOS TODO LO POSIBLE PARA DEVOLVERLA A LA NORMALIDAD”.


Para esta hermana no hay duelo posible. No hay cuerpo, no hay tumba, ni flores. No hay sufrimiento fijado a un lugar o a un instante. Solamente el vacío, con una secreta esperanza de devolverla a la vida.


Si recorremos el camino de la elaboración de este concepto recordaremos que en 1912, Freud llamó “Duelo” a la pérdida de un objeto amado (recordemos que Freud llama objeto a la persona), agregando luego “que las causas desencadenantes suelen ser variadas, pero todas tienen como base común la valoración afectiva relacionada con la pérdida”.


Al proceso psicológico desencadenado, después de la pérdida, Freud lo denominó “Trabajo de la Elaboración del Duelo”. Para que este se realice deberían cumplirse tres premisas: el conocimiento directo o la información adecuada de la muerte. La realización de ciertos actos simbólicos como los rituales funerarios, la realización de prácticas sociales comunitarias y una adecuada respuesta social.


La primera premisa es lo que Freud llamó “Examen de la Realidad”, y en su libro “Inhibición, Síntoma y Angustia”, escrito en 1926, señaló que: “El duelo se genera bajo el influjo del examen de la realidad, la que una vez asumida, exige categóricamente apartarse del ser, pues este no existe más”.


En el caso del desaparecimiento, no hay nada. No hay prueba de la realidad, no hay conocimiento de la muerte, ni tampoco de la sobrevida. No hay percepción ni registro mental de lo sucedido y, por lo tanto, no se sabe nada de lo que ha pasado con su familiar. Todo se ignora.


“DURANTE MUCHO TIEMPO TUVE LA ESPERANZA DE ENCONTRARLA, PERO CON TODO LO QUE HA SUCEDIDO, CON TODO LO QUE HAN HECHO, CREO QUE LA MATARON. ADEMAS SE QUE FUE TERRIBLEMENTE TORTURADA…ELLA NO SE IBA A DEJAR ASÍ NOMÁS. DICEN QUE LA VIOLARON. QUISIERA SABER EN DONDE ESTÁ. QUE NOS DIJERAN EN DONDE DEJARON SU CADÁVER”.

 

Esta situación origina interminables y dolorosas esperas; el tiempo se vuelve infinito. Se crean numerosas interpretaciones, se inician pensamientos complejos, dolorosos, sentimientos de intenso sufrimiento. Sin información real y certera, las creencias son innumerables y contradictorias; con el tiempo se transforman en posibles realidades, tan pronto aceptables, tan pronto rechazadas, hasta no saber qué pasó con él, con ella, y, si los mataron, conocer finalmente en donde dejaron el cuerpo.
La imaginación es siniestra, pues se ignora lo sucedido con el familiar: ¿fue detenido, vejado, torturado y luego hecho desaparecer? Ese acontecimiento ignorado abre la posibilidad a interminables preguntas: ¿Qué hicieron con él, con ellas? Preguntas que no tienen respuestas.


Es la confusión, la desesperación, porque para que en la mente exista representación, debe existir previamente lo percibido, lo experimentado, lo vivido, lo visto en la realidad, en la exterioridad, para luego, en un proceso que involucra el conocimiento y luego la memoria, los recuerdos, las reminiscencias, la persona pueda, en un esfuerzo de evocación, volver a recrear la realidad. En el caso de los familiares, este proceso es imposible, pues la realidad nunca fue ni ha sido reconocida en su globalidad.
Frente a la ignorancia, al desconcierto, se impone la necesidad imperiosa de saber.


Conocimiento que se transforma a menudo en una obsesión ¿por qué? ¿Cuándo?, ¿cómo?, ¿dónde? ¿De qué modo? ¿Qué le hicieron?, ¿en dónde está?


La reacción emocional consecuencia de la desaparición forzada tiene elementos de una reacción de duelo paro a la vez esta experiencia se convierte en traumática y lleva a los familiares a experimentar distintos eventos de re-traumatización que hacen cada vez más complejo el panorama de la sintomatología emocional.


Se trata de un duelo en tanto se elabora porque un miembro de la familia ya no está y además hay elementos traumatizantes, puesto que la forma como sucede la desaparición forzada y el proceso de búsqueda, son experiencias que producen efectos masivos francamente desbordantes.


La experiencia de la desaparición forzada se caracteriza en un primer momento por la sucesión de hechos que encadenan un evento sin explicación alguna: lo primero que deben enfrentar los familiares de los desaparecidos, es que les ha sucedido lo que nunca sucede, lo que es imposible que suceda, aunque por desgracia ahora puede ser algo posible para ciertas personas aquí en el país, esto los lleva a experimentar esta situación con un dejo mágico, que enseguida remite a lo más primitivo del funcionamiento emocional.


Es por esto que esta situación se convierte en un estímulo desbordante que impacta el aparato psíquico, produciendo una suerte de emociones, desestructurantes, pues lo imposible ha sucedido y entonces las herramientas emocionales que se han construido a lo largo de la vida no resultan funcionales, para la comprensión y afrontamiento de este evento, configurándose un trauma.


También se observa que se configura un funcionamiento emocional con una fuerte tendencia a la cronicidad, en la medida en que los familiares de los desaparecidos, experimentan un cuadro de congelamiento de su proceso vital, para esperar al que no sabe en dónde está.


Las personas que estructuran un cuadro de duelo suspendido ambivalente, presentan una estructura de personalidad prodrómica que se caracteriza por dificultades vinculares, que los lleva a establecer un vínculo mantenido con un objeto ausente.
Se considera que la afectación emocional consecuencia de la desaparición forzada está compuesta por el inter juego complejo de los tres elementos: duelo, trauma y modalidad vincular.
Este trabajo plantea la comprensión del duelo suspendido, como un fenómeno emocional que es resultado del inter juego complejo de estos tres ejes, para ofrecer herramientas al lector en el manejo de pacientes que estructuran este funcionamiento emocional.


En la práctica de intervención terapéutica se ha encontrado que el primer reto para el paciente es aceptar y entender que la desaparición, es posible y sucedió a él o a un ser querido.
Dado que los hechos abren el espectro de posibilidades ampliamente, entonces los familiares comienzan a pensar que todo es posible y plantean la hipótesis de lo sucedido, en las que el campo del pensamiento mágico se valida y además las experiencias de horror también, lo que nuevamente se convierte en traumático en sí mismo.


La distorsión del criterio de realidad es muy importante, por lo que se abre el espectro y se considera natural la psicosis, la estructuración de un delirio, que se encapsula, bajo la afirmación: “nadie me va a entender” y “es que a uno, cuando se habla de familiares de desaparecidos cualquier cosa se abre a los caminos de la esperanza”.


La afección emocional, llega al punto de la Psicosis alucinatoria de deseo (Freud, 1915), por lo que los familiares comparten estas experiencias y las convierten en “soluciones” a su profundo dolor emocional, validándose de manera explícita la difusión del criterio de realidad; cuando se trata de un mecanismo primitivo, que refleja el carácter regresivo y masivo de la afectación, que incluye la des-estructuración del aparato psíquico y no un hecho parte de la cotidianidad.


El trauma, entonces se observa con síntomas como miedo, hiperactividad y desbordamiento emocional, esto produce un bloqueo en las funciones superiores, que se evidencia en la rumiación de ideas, dudas obsesivas y en la imposibilidad de responder asertivamente a los eventos, todo esto como resultado de un mecanismo obsesivo de emergencia, al que acude el aparato psíquico, para controlar el desbordamiento emocional, que no resulta efectivo y que va agudizando la sintomatología.


Al aceptar, la persona logra contener el dolor y el miedo, abandonando las respuestas primitivas de tono psicótico, que debilitan su criterio de realidad y además se armoniza frente a los efectos producidos por el evento traumático, dejando de lado los mecanismos de afrontamiento obsesivos.


En los familiares de desaparición forzada, dar este primer paso y aceptar, puede tomar años, dependiendo de la estructura emocional de base y de la forma como se dieron los hechos. Es difícil aceptar la desaparición forzada, está ligada a una remota fantasía de muerte o de secuestro.


Es importante aclarar que si la desaparición sucedió, no quiere decir que el familiar esté muerto, es así como surge otro gran reto, que es elaborar el duelo por la ausencia, no por la muerte, porque no hay elementos de realidad que permitan hacer esta elaboración, pero si hacer duelo porque el otro no está.
“La característica central del este duelo es la ambivalencia, se refiere al tono afectivo propio de la relación objetal en la que se experimenta amor y odio a la vez, como opuestos, de tal manera que en la relación coexisten el amor y el deseo de destruir al objeto a la vez; la necesidad de alejarse del mismo y el deseo de retenerlo al tiempo” (Fenichel, 1984).


“Esta configuración, vincular regresiva es característica del duelo suspendido, de los casos de depresión y de las adicciones, la ambivalencia surge y persiste porque se está tramitando una decepción primitiva con respecto a uno de los objetos internos, por lo que la persona a través de la represión o de una formación reactiva está conteniendo la agresividad y el deseo de venganza contra el objeto idealizado que ha producido esto” (Fenichel 1984).
Entonces se observa un congelamiento espacio-temporal que permite a los familiares, mantener vigente el vínculo con el objeto desaparecido y esperar.


Las personas para mantener vigente el vínculo, hacen un reencuentro en la fantasía, por medio de la construcción de hábitos como ver y hablar con fotos, oír grabaciones, mantener intactos los objetos personales, como si el familiar estuviera ahí, etc. Todo esto para evitar el olvido del familiar desaparecido y alimentar la permanencia del objeto interno.


En conclusión se considera necesario hacer una valoración inicial, en los casos de Desaparición Forzada, en la que no solo se exploren los hechos en torno al delito, sino que además permita hacer un bosquejo general de la modalidad vincular del paciente, anterior a la desaparición forzada, de origen primitivo.
Esta valoración inicial tendría el objetivo de plantear una impresión diagnóstica alrededor del duelo, del trauma y además alrededor de la estructura de la personalidad de quien lo experimenta, haciendo énfasis en la modalidad vincular. Esto para diseñar un tratamiento potente, que entrada contemple la salida de la situación ambivalente.


El otro propósito de este nivel diagnóstico, es permitirle al consultante visualizar, en la medida de la afectación emocional por el duelo se lo permita, el duelo en el contexto de su vida, y así iniciar el proceso de estructuración de la consciencia de enfermedad, de tal manera que se apuntaría a reducir el tiempo del tratamiento.


Por otro lado se puede concluir que el duelo suspendido, al interior del proceso terapéutico pasa por varias etapas de elaboración así:


1. Experiencia traumática: La forma en que se da la desaparición forzada, lleva a los familiares a experimentar lo que nunca sucede, la situación en si misma se convierte en un estímulo desbordante, que impacta el aparato psíquico, produciendo emociones desestructurantes, porque las herramientas emocionales que se han construido a lo largo de la vida no resultan funcionales para la comprensión y afrontamiento de la desaparición forzada.
La experiencia traumática, que ha sido vivida como de muerte, se convierte en un recuerdo profundamente enraizado, de características siniestras, que lleva a experimentar la sensación simbólica de estar atrapados y sin salida, de tal manera que el sentido de la vida se va diluyendo hasta llevar a la persona a un empobrecimiento marcado, que se convierte en la experiencia de no vivir: sin tiempo, ni espacio: “en el tiempo de dios”, porque la experiencia de vida produce terror.


2. Aceptar: Es entender que la desaparición, con ese tono mágico, es posible, y le sucedió a él. Esto quiere decir que la persona logra contener el dolor y el miedo poco a poco, al ir elaborando, pasa a aceptar. Hasta este momento la búsqueda es intensa, pero al aceptar que hay una desaparición forzada, los familiares comienzan a esperar.


3. Idealizar para esperar: Aceptar que la desaparición sucedió, y que la persona no está, no quiere decir que el familiar esté muerto, porque no hay elementos de realidad que permitan hacer esta elaboración, pero si hacer el duelo porque el otro no está.
Inmediatamente el aparato psíquico, busca ofrecer una salida intermedia al dolor, para modularlo y así manejar la pérdida, por lo que intenta recobrar el objeto, activando las identificaciones, favoreciendo la idealización, para fantasear que aún está presente.


Esta dinámica descrita, se vuelve circular, dándose periódicamente un reencuentro fantasmático, que reedita la relación y mantiene vigente el objeto desaparecido.
Se da una adaptación individual y familiar a la ausencia, no reemplazando al desaparecido sino creando un orden en el día a día que permite guardarle el espacio. Y se condiciona la solución a su dificultad emocional a la aparición del desaparecido.


4. Duelo Suspendido: Se da un congelamiento espacio temporal que le permite a los familiares, mantener vigente el vínculo con el objeto desaparecido.


La ambivalencia encubierta por idealización es exuberante, evidenciándose un bloqueo en todas las esferas de la vida y apareciendo gran variedad de síntomas somáticos, que expresan simbólicamente la rigidez del síntoma. “Esta etapa puede durar todo lo que le queda de vida al familiar del desaparecido”.


5.- Caída de la Idealización: El sobreviviente comienza a reconocer a la persona perdida, como alguien humano con aspectos buenos y aspectos malos, experimentando desilusión, del mismo monto que la idealización, lo que hace que nuevamente se vivencie una relación objetal fraccionada, en la que la espera pierde vigencia, dado que no vale la pena tanto esfuerzo, por un objeto denigrado.


6. Consciencia de la Enfermedad: Se pone en duda la adaptación emocional creada en la que el deseo se suspende en espera del regreso, y aparece la consciencia de enfermedad, el darse cuenta de lo bizarro del proceso de adaptación creado, frente a la desaparición forzada.


“La persona se da cuenta de que su eje de vida gira alrededor del desaparecido”. Por primera vez aparece la necesidad de resolver el problema emocional que se enfrenta, de no sufrir más por el duelo.


7. Trabajo de Duelo: Aparece un fuerte dolor emocional, ocasionado por el vacío interior que se experimenta, como consecuencia de “la muerte” del objeto idealizado, pues en este momento en el que el sobreviviente experimenta que realmente comienza la despedida.


Esta despedida implica la consciencia de que así aparezca el desaparecido, la vida no va a volver a ser igual.
Es quizá el momento más doloroso del proceso, dado que el vacío que se experimenta como la pérdida de un órgano vital, al punto que las personas sienten que no van a sobrevivir a tal dolor.


8. Re-edición de la Modalidad Vincular Base: Al pasar el período de desidentificación con el objeto perdido, se libera energía psíquica que hace posible, hacer consciencia de la dinámica emocional propia que sirvió de soporte para la construcción del duelo suspendido, activándose entonces uno de los aspectos fundamentales del duelo que es la re-elaboración de la modalidad de apego, de la capacidad de vincular y de la herida primitiva que llevó a favorecer esta espera en el vacío.


Es por esto que este objeto adquiere una gran carga libidinal en el sentido de que para convertirse en un objeto interno, requirió ser cargado transferencialmente y esto llevó a suplir el vacío constitutivo con que el sujeto contaba de manera estructural antes de conocerlo.


Esto quiere decir que este objeto, pasó a ser muy importante libidinalmente, porque le permitía o permitió al desaparecer, a la persona suplir sus vacíos o dolores emocionales provenientes de sus vínculos primitivos.


9. Volver a empezar: Se recupera el interés por el mundo externo, por construir la vida y la situación de estar suspendido cesa.
La persona dispone de energía psíquica para crear nuevos vínculos con otras personas y actividades.


Es así que al darse este giro y re-composición en la estructura base, se abre el espacio para la última etapa del duelo que es volver a empezar.


Volver a empezar implica que hay una transformación en el funcionamiento emocional de base y la persona inicia con una sensación de un comenzar de cero, frágil y desorientado, por lo que corre el riesgo de que se presente una identificación con la victimización y la persona continúe deprimida permanentemente. Sin embargo en general el proceso terapéutico en este punto descentra y el volver a empezar fluye.


Para terminar es importante entonces entender que la elaboración de la desaparición forzada de un familiar, se convierte en una oportunidad de morir, para nacer, pues al morir se gana conciencia y se nace nuevamente a una vida con mayor claridad, amor, compasión y conciencia.


Alrededor de la muerte se puede integrar la triada de mente, emoción y cuerpo, a favor de la integración que lleva a una conciencia mayor, que nos hace responsables desde lo que elegimos como humanos del devenir de todos nosotros hoy y mañana y además capaces de aportar conciencia y voluntad a favor de la armonía.


LA INTERMINABLE AUSENCIA.


Al estar en contacto con familiares de víctimas de desaparición forzada y al analizar sus experiencias nos permite comprobar como el trauma inicial se transforma en un proceso, pues a medida que transcurre el tiempo desde el desaparecimiento hasta la actualidad, diferentes acontecimientos, informaciones y conductas, que provienen tanto desde el poder, como de la sociedad y de la Justicia, van modificando las esperanzas o, más bien las desesperanzas de encontrarlos, induciendo diferentes manifestaciones en el sentir, pensar, vivir, actuar y exigir.
En efecto, al trauma inicial de la Desaparición Forzada se suman diversos acontecimientos y conductas: negación de la existencia del crimen, informaciones falsas de lo ocurrido, inicios de una posible realidad con los encuentros de fosas, con cuerpos o restos, impunidad con negación de justicia, intentos de “dar vuelta a la página”, “comisiones de verdad justicia y reparación”, exigencias de reconciliación, utilización de meses de diálogo para que los responsables informen, procesos judiciales lentos y tortuosos, dictación de penas en algunos casos espurias, conocimientos o desconocimientos desgarradores sobre la muerte.


Considero que para que el problema sea entendido y atendido adecuadamente hay que partir del hecho de que los familiares de las víctimas de desaparición forzada sufren el duelo suspendido de diferente manera ya sea que sean madre, hermana o esposa del desaparecido.


En base a los miles de desaparecidos producto de la lucha emprendida por el gobierno federal en contra del narcotráfico y grupos del crimen organizado, y tomando en consideración que desafortunadamente el conflicto armado en el país permite suponer que las mayorías de las personas desaparecidas forzadamente no se encuentran vivas, ya que cuando ha pasado mucho tiempo y los familiares de las víctimas no han tenido noticias de sus seres queridos se puede suponer que la persona ha sido asesinada, es muy importante poner atención y estudio al trastorno denominado duelo suspendido el cual podemos definir como el congelamiento espacio temporal que le permite a los familiares de una víctima de desaparición forzada, mantener vigente el vínculo con el objeto desaparecido.
Se trata de un duelo en tanto que se elabora porque un miembro de la familia ya no está y además hay elementos traumatizantes, puesto que la forma como sucede la desaparición forzada y el proceso de búsqueda, son experiencias que producen efectos masivos francamente desbordantes.

 

El trauma, entonces se observa con síntomas como miedo, hiperactividad y desbordamiento emocional, esto produce un bloqueo en las funciones superiores, que se evidencia en la rumiación de ideas, dudas obsesivas y en la imposibilidad de responder asertivamente a los eventos, todo esto como resultado de un mecanismo obsesivo de emergencia, al que acude el aparato psíquico, para controlar el desbordamiento emocional, que no resulta efectivo y que va agudizando la sintomatología.
“La característica central del este duelo es la ambivalencia, se refiere al tono afectivo propio de la relación objetal en la que se experimenta amor y odio a la vez, como puestos, de tal manera que en la relación coexisten el amor y el deseo de destruir al objeto a la vez; la necesidad de alejarse del mismo y el deseo de retenerlo al tiempo” (Fenichel, 1984).


“Esta configuración, vincular regresiva es característica del duelo suspendido, de los casos de depresión y de las adicciones, la ambivalencia surge y persiste porque se está tramitando una decepción primitiva con respecto a uno de los objetos internos, por lo que la persona a través de la represión o de una formación reactiva está conteniendo la agresividad y el deseo de venganza contra el objeto idealizado que ha producido esto” (Fenichel, 1984).


Entonces se observa un congelamiento espacio-temporal que permite a los familiares, mantener vigente el vínculo con el objeto desaparecido y esperar.


Las personas para mantener vigente el vínculo, hacen un reencuentro en la fantasía, por medio de la construcción de hábitos como ver y hablar con fotos, oír grabaciones, mantener intactos los objetos personales, como si el familiar estuviera ahí, etc. Todo esto para evitar el olvido del familiar desaparecido y alimentar la permanencia del objeto interno.


En conclusión se considera necesario hacer una valoración inicial, en los casos de Desaparición Forzada, en la que no solo se exploren los hechos en torno al delito, sino que además permita hacer un bosquejo general de la modalidad vincular del paciente, anterior a la desaparición forzada, de origen primitivo.
Esta valoración inicial tendría el objetivo de plantear una impresión diagnóstica alrededor del duelo, del trauma y además alrededor de la estructura de la personalidad de quien lo experimenta, haciendo énfasis en la modalidad vincular. Esta para diseñar un tratamiento potente, que entrada contemple la salida de la situación ambivalente.


Por otro lado se puede concluir que el duelo suspendido, al interior del proceso terapéutico pasa por varias etapas de elaboración así:


1. Experiencia Traumática.
2. Aceptación.
3. Idealización.
4. Duelo suspendido.
5. Caída de la idealización.
6. Conciencia de la Enfermedad.
7. Trabajo de Duelo.
8. Re edición de la Modalidad Vincular Base.
9. Volver a Empezar.


Como pérdida o separación súbita e inesperada de un ser querido, la reacción ante la desaparición forzada suele definirse como duelo, proceso en el cual los familiares no solo enfrentan una serie de etapas, como lo haríamos ante una muerte natural, sino que además la impunidad, el terror, el miedo, la mentira, la incertidumbre, el silencio, el olvido, el ocultamiento, la tortura y la violación de todo derecho humano, que rondan la desaparición y posible muerte de la víctima, dificultan su recuperación. Ya no es solo una perdida repentina, una agonía dolorosa o una muerte traumática, es la soledad angustiosa, el espacio clandestino, la detención injusta, ilegitima, ilegal, el encubrimiento del victimario, la transgresión del derecho y la furtividad del hecho.


La desaparición es sinónimo de ocultamiento, de silencio, de no existencia, de miedo, de olvido, de intimidación, de ruptura del tejido social. Es la destrucción de un proyecto de vida, no solo del desaparecido, sino también de quienes lo rodean. La desaparición es un gran "NO": no se da información, no existió en el lugar donde se decía estaba, no hubo participación del estado, porque las desapariciones se realizan al margen de la ley, no hay culpables, no se reconoce un arresto, no se reconoce una detención, no existe un nombre, no existe un cuerpo, no hay una tumba, no hay rastro, no se está vivo, no se ha muerto, no hay DESAPARICIÓN.
De todo lo anterior, tomando en consideración que la definición de una enfermedad como problema de salud pública se hace, entre otros parámetros, por su frecuencia, su letalidad, su costo y su velocidad de expansión, considero que el trastorno del duelo suspendido bien puede constituir por sus características en cuanto a esos parámetros, un problema más de alta prioridad nacional.


Julio Alfredo Ceballos Alonso


San Luis Potosí, S.L.P. 30 de septiembre de 2014.


BIBLIOGRAFÍA.


-El malestar en el duelo: nuevas formas de relación con nuestros muertos

 

*Flor María del Pilar Cifuentes Medina

** Universidad París 8, Vincennes-Saint-Denis, Francia
 

-La Interminable Ausencia.


Estudio médico, psicológico y político de la Desaparición Forzada en Personas.


Ciencias Humanas.
Editorial Lom

 

-Duelo Suspendido y Desaparición Forzada, Tesina presentada por la Psic. Frida Libertad Ceballos Juárez, en Tanatología.

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