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PRINCIPIO DE INTERCAMBIO DE LOCARD

15 DE MAYO DE 2014

PRINCIPIO DE INTERCAMBIO DE LOCARD

El Principio de Locard se suele expresar así:

- Siempre que dos objetos entran en contacto, transfieren parte del material que incorporan entre ellos.

Es usado principalmente en criminalística y ha permitido obtener indicios relevantes en numerosos lugares, desde huellas en el barro o sus restos en neumáticos y calzado, hasta huellas dactilares o restos en las uñas. Cuando se produce la comisión de un hecho delictivo en un porcentaje muy alto, se produce un intercambio de indicios o evidencias entre la víctima y el autor del hecho. (Sin excluir, claro está la escena del crimen).

 

Expertos criminalistas han señalado recientemente que el llamado Principio de intercambio de Locard, referido como tal en gran parte de la literatura criminalística y reconocido como uno de los más importantes de esta ciencia, no había sido formulado por el propio Locard en su monumental obra. Locard hizo la observación 'Il est impossible au malfaiteur d''agir avec l''intensit que suppose l''action criminelle sans laisser des traces de son passage', es decir 'es imposible que un criminal actúe, especialmente en la tensión de la acción criminal, sin dejar rastros de su presencia'.

 

La primera referencia encontrada de dicho principio aparece en la obra de Reginald Morrish, “The Police and Crime-Detection Today”. El principio fue reiterado por L.C. Nickolls, en 1956, atribuyéndolo a Locard, quien lo habría enunciado en 1928, y confirmándolo como principio esencial aplicable al trabajo de los microscopistas forenses de todo el mundo.

 

 

Post scríptum: Edmon Locard (1877-1966) fue un criminalista francés, ciencia en la que se le considera uno de los principales pioneros. Estudió en la Universidad de Lyon, donde se licenció en Derecho y se doctoró en medicina. Fundó el Laboratorio de Criminalística de Lyon. Fue asimismo director del gabinete de la policía de la ciudad. Escribió tratados de criminalística y poroscopia.

 

Es autor del “Traité de Criminalistique”, un tratado que constituye una verdadera referencia en la materia, en el que afirmaba que 'escribir la historia de la identificación es escribir la historia de la criminología'. También es suya la frase 'los restos microscópicos que cubren nuestra ropa y nuestros cuerpos son testigos mudos, seguros y fieles, de nuestros movimientos y de nuestros encuentros'.

 

Las técnicas del Dr. Locard demostraron su utilidad con el Servicio Secreto francés durante la Primera Guerra Mundial, ya que era capaz de 'conocer, tras examinar las manchas de los uniformes de los prisioneros y de los soldados, los lugares por los que habían pasado'.

 

Locard ha recibido el nombre de 'el Sherlock Holmes francés'. Afirmó sobre este personaje: Lo admirable en Sherlock Holmes es ese perfecto conocimiento de todo lo que se necesita haber estudiado para descubrir criminales; en lo cual es considerablemente superior a los policías de Edgar Allan Poe y de Émile Gaboriau. Sherlock no es más inteligente que Dupin, pero conoce mejor su oficio. En una época en que ningún especialista había escrito ningún tratado, su cerebro contiene la primera síntesis de la técnica policiaca.

“…El clima está frio y  sombrío, con un viento cortante, que la escasa cobertura del bosque otoñal sin hojas hacía poco por detener. Yo estaba parado junto a un árbol, recargado en una de sus ramas bajas y observando  un equipo de policías escavar en el suelo a unos metros de distancia. Era un trabajo lento y tedioso para ellos, ya que después de cada dos o tres paladas, les pedía que se detuvieran, de manera que pudiera examinar la tierra que habían colocado con cuidado en la sábana blanca al lado del agujero siempre más amplio y más profundo.

Ahora, les pedí que se detuvieran de nuevo y me gaché para examinar algo de tierra con un lupa. Levanté los restos y los puse en un plato esmaltado, examinando el contenido con más cuidado. No, nada ahí. Sigan, oficiales. Comenzaron a cavar de  nuevo, pero los días son cortos a finales de noviembre y empezaba a oscurecer. Los hombres se estaban cansando. La excavación había empezado temprano ese día, pero todavía no se había encontrado nada.

La razón de que no tuviéramos buen progreso era que no sabíamos que estábamos buscando. Habían encontrado el cadáver de una víctima asesinada no lejos de este lugar y había señales de que habían enterrado el cuerpo en el bosque cercano, pero que luego lo exhumaron u depositaron en el lugar en el que lo descubrieron. Suelo y restos de hojarasca indicaban que era posible que hubieran enterrado el cuerpo en el bosque cercano y una búsqueda reveló un espacio de tierra de que era claro que habían perturbado. Tal vez habían enterrado el cuerpo ahí. Si se  podía demostrar, se  lograría otro paso de la reconstrucción cronológica del crimen. Pero el  trabajo había estado en marcha todo el día y todavía no se encontraba nada.

Al final, en la forma clásica de una novela  policíaca falta imaginación, justo cuando la oscuridad amenazaba con detener el trabajo, algo apareció. De hecho, parecieron varios objetos al mismo tiempo. El primero fue una uña humana. El segundo, algunas hebras de cabello. Los otros objetos, tal vez reveladores en una forma menos directa, fueron unas cuantas envolturas pupales de moscas, que debieron desarrollarse de larvas de moscas que se habían alimentado del cadáver.

Ahora teníamos evidencia de que habían enterrado un cadáver en ese lugar del bosque, pero, ¿era el mismo cuerpo que ahora se encontraba en la morgue? No podíamos estar seguros, pero parecía probable. Más adelante cuando se compararon los cabellos del sitio de enterramiento con los del cadáver, se encontró que concordaban con exactitud.

Así, que es parte del misterio estaba resuelto.

Una vez que enterraron el cuerpo, este dejó su marca El suelo revuelto, la uña, el cabello y las delatadoras envolturas púpales de mosca eran todos resultados del entierro. Las pistas que quedaron atrás eran las consecuencias del acto.

En 1921, unos sesenta años antes de que estos sucesos tuvieran lugar, sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes  y del doctor Watson, llegó a Lyon, en Francia, en su camino de vuelta a Inglaterra de su viaje a Australia. En Lyon, visitó l doctor Edmond Locard, uno de los grandes nombres de las ciencia forense en su famoso laboratorio detrás del Palais de Justice, en la ciudad.

El doctor Locard era un gran admirador de Conan Doyle, siempre mantuvo que las historias de Sherlock Holmes fueron de primordial importancia  en el desarrollo de la ciencia de la detección criminal. Sherlock Holmes tomaba muy en serio pistas que al parecer eran triviales, como polvo y ceniza de puro. En una de las novelas de Conan Doyle Holmes afirmó que había publicado  una monografía, “Sobre la distinción de las cenizas de diversos tabacos…” en este pequeño tratado, Holmes afirmaba que el examen de la ceniza de tabaco en la escena de un  crimen podía proporcionar pistas que ayudarían a resolver el misterio, afirmación que muchos de los lectores de las aventuras de Sherlock Holmes todavía consideran demasiado inverosímil. Sin embargo, Locard tomó la idea de Holmes y publicó un artículo científico sobre el significado de encontrar cenizas de tabaco en la escena del crimen.

Expresó su opinión de las historias de Holmes en forma muy enérgica:

“Sostengo que a un experto de la policía, o a un magistrado de primera instancia, no le parecería un desperdicio de tiempo leer las novelas de Doyle…Si en el laboratorio de la policía en Lyon, nos interesa en alguna forma poco común este problema de polvo, se debe a que hemos absorbido ideas que encontramos en Gross y Conan Doyle…”

Edmond Locard estaba feliz de conocer a Conan Doyle, al cual llevó a una visita de su Museo Negro de Casos Criminales. Le mostró las vitrinas de armas y todo tipo de pistas físicas de los casos que había investigado en todo el mundo. Le mostró las fotografías de los diferentes criminales a los que había arrestado mediante la aplicación de las técnicas propias de Locard.

De repente sir Arthur Conan Doyle se detuvo. Estaba viendo una de las fotografías y pareció sorprendido. La fotografía era de un hombre joven con bigote y ojos fríos y desdeñosos. Volteándose hacia el doctor Locard, Doyle dijo: “¡Pero ese es Jules, mi antiguo chofer…!”

El doctor Locard estaba sorprendido. “No, debe estar equivocado. Ya que Jules Bonnot, sir Arthur: “Es Jules Bonnot, el bandido motorizado…”

Y lo era, pero Conan Doyle no estaba equivocado. Ya que Jules Bonnot, asesino, anarquista y terrorista, en verdad había sido su chofer en los años previos a la Primera Guerra Mundial.

El doctor Locard le contó a Conan Doyle la historia completa de lo que sabía de la vida y  muerte de Jules Bonnot. En una de esas extrañas coincidencias que causan la exclamación de que la verdad es más extraña que ña ficción, resultó que Bonnot había servido como chofer de otro célebre criminalista, Harry Ashton-Wolfe, el cual trabajó como asistente de Alphonse Bertillón, jefe de investigación criminal de París.

En 1911, tiempo después de que dejara el empleo de sir Arthur, Bonnot se embarcó en una nueva carrera de crimen. Hasta ese momento, él y sus asociados habían atacado a burgueses robando sus autos. Ahora, empezaron a emplear el auto mismo como arma, conduciendo por el país y cometiendo robos y asesinatos. Por último,  con la ayuda forense del doctor Locard, llevaron ante la Ley a Bonnot y a su pandilla…violentamente.

En abril de 1912, la policía sitió una cochera en Choisy-le-Roi cerc de París. Dentro estaba Bonnot y los otros miembros de la banda. Empezó el tiroteo; murió uno de la banda y Bonnot quedó herido de muerte, y, maldiciendo a sus captores, lo llevaron al hospital a morir.

El doctor Locard quedó horrorizado de que el criminal Bonnot hubiera conducido a todas partes al creador de Sherlock Holmes. Dijo que pudo haber asesinado a Conan Doyle. “¡Bonnot llevando en auto  sir Arthur Conan Doyle! Da escalofríos- "Pensar en lo cerca que estuvimos de no tener todo lo que tenemos de Sherlock Holmes”.

Se acredita a Edmond Locard el éxito de muchas otras investigaciones policías, incluyendo la del caso de Emile Gourbin, que tuvo lugar el mismo año en que mataron a Bonnot. Acusaron a Gourbin, un empleado bancario de Lyon, de matar a su novia, pero tenía lo que parecía ser una coartada inquebrantable. Cuando Locard examinó el cuerpo de la joven, descubrió marcas alrededor del cuello, lo cual indicaba que la habían estrangulado. Sacó restos raspados de debajo de las uñas de Gourbin y encontró que en los restos estaban presentes escamas de piel que pudieron proceder del cuello de la mujer. Pero eso no fue todo, la escamas de piel estaban cubiertas con el m ismo polvo cosmético que la víctima había usado en el cuello y la cara. Al enfrentarlo con esta evidencia, Gourbin hizo una confesión completa y lo condenaron.

El doctor Locard llegó a ser conocido como el Sherlock Holmes de Francia, título del que estaba muy orgulloso. Practicó sus destrezas por m uy largo tiempo. Nació en 1877, estudió medicina y Leyes en Lyon, y se convirtió al final en el asistente de Alexandre Lacassagne, criminalista pionero y profesor de Medicina Forense en la Universidad de Lyon. Mantuvo este puesto hasta 1910, cuando empezó la fundación de su laboratorio criminalista. Produjo una obra monumental en siete volúmenes, Traité de Criminalistique, y continuó sus investigaciones hasta su muerte en 1966, a la edad de casi noventa años…

 

Julio Alfredo Ceballos Alonso.

San Luis Potosí., México. A 15 de mayo de 2014.

 

El relato y datos anecdóticos y biográficos del doctor Edmond Locard y de sir Arthur Conan Doyle fueron tomados del libro

FORENSES: INVESTIGACIONES DE LA ESCENA DEL CRIMEN.DR. Zakaria Erxinclioglu. Grupo Editorial Tomo.

LA MENTE CRIMINAL.

 

 Desde sus inicios en el siglo XIX, la explicación científica de la criminalidad ha elaborado sus planteamientos a partir del presupuesto básico del carácter singular y distinto del comportamiento delincuente con relación al comportamiento adaptado a las normas sociales y jurídicas. Y lo que es más, en este origen singular del comportamiento delincuente está implicita una base patológica del individuo que lo lleva a cabo. Y a partir del momento en que se convalida científicamente esta afirmación, el científico se permite encauzar el estudio de la delincuencia a través de formulaciones que evidencien el “por qué” y las causas de tal singularidad. Inmediatamente se opera una separación tajante entre el individuo adaptado y el delincuente, de modo que aquél que juzga este como ente distinto, y desde el momento en que se coloca como normal y poseedor de la verdad sobre lo que es bueno y malo, sobre lo que es justo e injusto, el hombre adaptado ocupa el lugar ventajoso dentro de esta relación de distanciamiento. No es sólo un distanciamiento social y psicológico sino que fundamentalmente es un distanciamiento ideológico. No hay por tanto posibilidad de integrar las acciones delictivas dentro de los atributos de la conducta adaptada. Se le podrá decir al delincuente lo que él tiene de cierto y errado, porque hizo lo que hizo e incluso se le podrá predecir su conducta futura, así como los sentimientos que le animarán para, en el último término imponerle un cambio en su manera de ser y de pesar. Por lo tanto la primera condición de que la relación de distanciamiento otorga al individuo adaptado es el apoderarse de la posición de autoridad sobre el destino del sujeto delincuente. Además dentro de otro orden de cosas, el sujeto adaptado, al considerar al delincuente como un ente distinto, provoca en sí mismo una reacción, experimenta un sentimiento de desinterés absoluto para comprender una conducta tan distinta –que se desarrolla en otra esfera de la realidad humana- y para acerarse al hombre que la realiza, y ello porque hay un impulso de rechazo, de presión hacia lo desconocido y lo diferente. Sería pues, interesante encontrar el origen de la noción de “distinto” y de “anormal” que se ha otorgado al sujeto delincuente. Si Lanzamos a una mirada hacia atrás en el tiempo, con anterioridad a las teorías biológicas de la criminalidad del siglo XIX, veremos que en un principio, antes del siglo XVII, no hay una separación entre el no delincuente y el delincuente. Es sólo a partir del siglo XVIII, cuando por la ineficacia del modo de producción feudal y la comercialización del campo (Ignatieff, 1978), se expulsa a los campesinos y trabajadores, lo que fuerza su llegada a la ciudad en la época de la incipiente mercantilización (Dobb, 1971). En Inglaterra las Leyes de Encierro de 1640 protegen la separación de elementos comunales distinguiendo entre los campesinos de iure (o residentes legales) y los campesinos de facto, que son expulsados de las tierras. Es en este momento cuando el campo deja de incorporar a sus elementos pobres tal como lo había estado haciendo, aceptando como costumbre el derecho a utilizar la madera, las albercas, la leña, la paja, las hierbas, etc., y utilizando a los labriegos para trabajos menores en las recolecciones y otros menesteres estacionales. De modo que la satisfacción de las necesidades de los pobres se inscribe dentro del marco económico de autosubsistencia de la comunidad o de la comarca. Hay, pues un cambio sustancial que se formaliza en la promulgación de las primeras leyes represivas que castigan justamente aquellos actos que implicaban el ejercicio de los derechos consuetudinarios. Este cambio produce una transformación profunda en la actitud social hacia el no integrado, cuyas repercusiones podríamos representar como la expansión de las ondas causadas por una piedra lanzada en un estanque; el fenómeno se va multiplicando, tornándose más complejo para convertirse en el mayor y más grave problema a medida que las incipientes ciudades primero, y más tarde los centros comerciales y manufactureros, se ven abarrotados de individuos incapaces de ser asimilados por la nueva ley de mercado. A partir de aquí se forma y fundamenta la noción valorativa negativa de un comportamiento “distinto” propio de la categoría de individuos no integrados, que se legitima justamente a través de la promulgación de leyes represivas. El delincuente pasa a ser asimilado a distintos tipos, como el de vagabundo, el ocioso, el pobre, el loco, la prostituta, como categoría social más o menos singular en razón del rechazo social de que son objeto. LA MENTE CRIMINAL. El perfil de una persona que comete un delito no es único. El delincuente puede ser desde un menor de edad hasta un adulto mayor. Puede ser hombre, mujer, blanco, negro, oriental, mestizo y de cualquier nivel socioeconómico. Es decir cualquier miembro de la sociedad puede eventualmente infringir la ley y cometer un delito. En la mayoría de los casos es posible evidenciar una pérdida del control de las funciones mentales, bien sea en forma temporal o permanente. En el primer caso, los delitos asociados a una pérdida del control temporal de las funciones mentales, las causas son variadas e incluyen situaciones de estrés, miedo, celos, abuso de alcohol, uso de substancias alucinógenas. En el segundo caso, la pérdida permanente en el control de las funciones mentales, las causas incluyen patologías que alteran la estructura y función cerebral. Aquí se incluyen enfermedades como las esquizofrenias, estados maniaco-depresivos, secuelas de traumas cerebrales, presencia de tumores y alteraciones en el desarrollo neurológico. Este panorama complejo implica que los procesos judiciales y sus sentencias deben ajustarse de tal manera que contemplen no solo el castigo o penalización, sino que además contemple los procesos de resocialización y estrategias para impedir la posibilidad de reincidencias. Los crímenes cometidos por un individuo con capacidades mentales dentro de lo normal pero bajo estrés, los cometidos por un adicto y los cometidos por un enfermo mental deben considerar diferentes variables: tipo de delito, potencialidad para rehabilitación y posibilidad de recidiva. El doctor Zakaria Erzinclioglu autor del libro Forenses (Grupo Editorial Tomo de C.V.) se pregunta: ¿Por qué algunas personas cometen crímenes? ¿Por qué hacen eso, mientras que la mayoría de nosotros paremos no tener dificultades en tener vidas que cumplen con las leyes? ¿Qué convierte al ser humano en un monstruo? Las anteriores son preguntas que tienen que ver con la mente humana, un tema lleno de dificultades. El autor del libro nos hace una advertencia: “Si algunos de mis comentarios parecen estridentes, solicito su indulgencia, ya que son asuntos de suprema importancia y no se pueden tratar con superficialidad.” Es necesario sujetar las ortigas con firmeza, tomar al toro por los cuernos y ver los problemas directo a los ojos. Muchas personas tienen una creencia casi ciega en la ciencia y a menudo se encuentran poco dispuestas a contradecir sus hallazgos; pero la ciencia no es omnipotente y a menudo falla en serio, en especial en la sensible área de la conducta humana, No toda la ciencia es científica, como veremos. Nos advierte el Dr. Zakaria: “Sin embargo antes de que continuemos, me gustaría dejar otro punto claro por completo. Algunos académicos son famosos por sus tendencias las disputas amargas, ocultando su antipatía personal con una simulación de debate científico. Le aseguro al lector que las críticas que hago a continuación no surgen de un motivo tan vil, y por esta razón, no nombraré cualquier individuo con el que no esté de acuerdo. No trato de ser ingenioso o gracioso cuando digo que algunas de las personas con las que más estoy en desacuerdo sobre estos asuntos están entre mis mejores amigos. RAZONAMIENTO FALSO E ILÓGICO. Existe una historia, que con sinceridad espero que sea apócrifa, sobre un científico que estudiaba ranas. Colocaba una rana en la mesa del laboratorio, luego acercándose al animal, le gritaba con fuerza. En forma invariablemente, la rana saltaba en la mesa. Entonces el científico decidió llevar más allá su investigación. Tomó una rana y le cortó las patas, luego la puso en la mesa como antes, acercándose y gritó con fuerza, pero la rana no se movió. ¿Por qué? Era claro que la rana no saltó porque ya no podía escuchar, y ya no podía escuchar porque se le habían quitado las patas. Conclusión: ls ranas escuchan con las patas. Es la imagen del idiota sabio; el hombre erudito que, con toda su erudición, es un tonto. Aunque nunca he encontrado un ejemplo tan vergonzoso de razonamiento falso en un científico, es sin embargo cierto que algunas áreas de la ciencia abundan con ejemplos de razonamiento ilógico por completo, que no están tan lejos de nuestra divertida historia de la desafortunada rana. La psicología, por su propia naturaleza, es un tema que debe atraer a cualquiera interesado en la gente y la sociedad en general. Sin embargo, como un campo de investigación humana descriptiva más que explicativa o predictiva. Por lo tanto, antes de examinar las formas en que psicólogos y otros han tratado de explicar o predecir la conducta humana, criminal o no, primero consideremos su contribución a la descripción de la conducta criminal. Hacer perfiles psicológicos o de “delincuentes” es el campo de la investigación que trata de describir la actitud mental y los antecedentes generales de una persona que ha cometido un crimen, con la meta de ayudar a la policía para encontrarla. Las pistas que deja atrás el criminal se pueden emplear para construir una imagen de su mente. Por ejemplo, se dice que casi todos los asesinos seriales son blancos, no negros, comentario que se podría considerar racista si hubiera sido al revés. Si un crimen toma algún tiempo para ejecutarse, como el asesinato, la violación y la mutilación posterior de la víctima, se interpreta como que el criminal debe haber estado familiarizado con el área, ya que no hubiera pasado tanto tiempo en un lugar desconocido para él. También se considerará probable que un asesino serial, en especial cuyos crímenes son horribles en particular, debió tener una infancia infeliz, que procede de un hogar roto o que se abusó físicamente de él cuando era niño. Hasta el momento, todo bien; todo tiene sentido. Lo que es más, estos perfiles casi siempre muestran ser ciertos cuando se atrapa al delincuente. Por lo tanto ¿Cómo terminará el asunto? Bueno, no, ya que es mucho lo que preocupa respecto a cómo se usa e interpreta una información así. Consideremos primero esta pregunta: “¿No es probable en forma intuitiva que un crimen violento resulte ser infeliz?: la respuesta con seguridad será: “Si”, y nos sentimos tentados a decir que no necesitamos un psicólogo para decirnos esto. Es peor el problema que se produce al hacer la siguiente pregunta: “Si un criminal tiene características X. ¿esto significa que las personas con características X son criminales?”, Me doy cuento que no es esto lo que los especialistas en hacer perfiles de delincuentes dicen, pero es lo que parece que dicen otros psicólogos, ya que, como grupo, los psicólogos tratan de explicar el comportamiento humano, en otras palabras, hacen la pregunta en la forma contraria…la segunda mital de la pregunta en la última oración. SOCIOBIOLOGÍA. La Sociobiología se ocupa de investigar las bases biológicas de la conducta social, desde una perspectiva teórica fundamentada en la premisa de que ciertos comportamientos sociales tienen una base genética y que los procesos evolutivos favorecen aquellas conductas que mejoran el éxito reproductivo y la supervivencia. Se trata de una traslación de los principios evolucionistas, que regulan el desarrollo de las características físicas compartidas por los miembros de una especie, a las características de comportamiento de las distintas especies animales, incluido el ser humano. El fundador de esta teoría fue el biólogo americano Edward Osborne Wilson quien, tras sus trabajos sobre los efectos de la selección natural en ciertas sociedades biológicas, como los hormigueros, extendió sus conclusiones a otras comunidades animales. Los resultados de estas primeras investigaciones, que sentaron las bases de la sociobiología, fueron publicados por este autor en un libro, publicado en 1975, que llevaba por título: Sociobiology: The New Synthesis (Sociobiología: la Nueva Síntesis). La sociobiología estudia las bases biológicas del comportamiento social de animales gregarios; algunos asuntos, como la agresión, la territorialidad, el sistema social, el altruismo o la selección de pareja, son especialmente contemplados en los desarrollos teóricos sociobiológicos. Por su aproximación interdisciplinar, la sociobiología es una síntesis de los conocimientos derivados de la neurobiología, la etología (el estudio de los patrones de comportamiento de los organismos en la naturaleza), la ecología (el estudio de las relaciones que se dan entre los organismos y su entorno) y la genética. Basándose en ellos, esta disciplina pretende extraer principios generales aplicables al estudio de las sociedades animales. Su carácter innovador reside, precisamente, en la combinación de la tradición etológica y psicológica con los fundamentos ecológicos y la genética de poblaciones (muestra cómo los grupos sociales se adaptan a su entorno por evolución). De esta manera, los sociobiólogos afirman que los patrones de comportamiento surgen, se ven modificados y llegan a desaparecer, a través de la selección natural. El aparato experimental de la sociobiológica se fundamenta en la comparación de modelos sociales de especies gregarias. Así, cada forma de vida puede ser considerada como un experimento evolutivo, el producto de millones de años de interacción entre los genes y el ambiente. En cierto modo, la sociobiología puede relacionarse con la Memética, la teoría del "gen egoísta" de Dawkins Después de dar la definición de la Sociobiología, es importante considerar sus principales contribuciones a la ciencia. Esta área de la biología trata de explicar la conducta social humana en términos de conducta y biología animal, su principio básico es que toda la conducta social, está determinada genéticamente. En lo que se refiere a la sociedad humana, lo que los sociobiólogos están diciendo es esto: los seres humanos exhiben ciertos rasgos de personalidad, se organizan en grupos (familias, tribus, naciones, etc…), van a la guerra, cooperan, cuidan de sus crías, etc. Dicen que estos rasgos son controlados por genes y por lo tanto, l naturaleza humana evolucionó por medio de la selección natural, en forma muy parecida al cuello de la jirafa o a la trompa del elefante. En pocas palabras, afirman que la naturaleza humana está predeterminada genéticamente, en el sentido de que los genes humanos no sólo dejan a las personas hacer ciertas cosas, sino que los obligan a hacerlas. Uno de los argumentos empleados para justificar esta creencia es el hecho de que ciertos hábitos de conducta parecen estar muy extendidos en la gente de todo el mundo. Por ejemplo, dicen que como la guerra ha sido una actividad humana tan común a todos los pueblos durante la historia, debe ser una característica genética. El autor de un libro reciente justificó este tipo de creencias diciendo que como la moralidad es más antigua que la iglesia, la cultura más antigua que Babilonia, la sociedad más antigua que Grecia, el comercio más antiguo que el estado, estas características deben de ser genéticas y que sus raíces están en los “eslabones perdidos” con otros primates. El Dr. Zacaria Erzineclioglu considera que la primera falla de este argumento es que sólo porque un característica esté extendida, no significa que por necesidad que sea genética. En efecto, todos los habitantes de Francia hablan francés, pero esto no quiere decir que exista un gen de este lenguaje. Aunque la constitución genética del pueblo francés, permita que hablen ese idioma, no o causa, ya que un que se cría en Inglaterra hablará inglés, no francés, y un niño inglés que se críe en Francia hablará francés, no inglés. De cualquier manera cualquiera puede usar una computadora si se le enseña cómo usarla, sin embargo debe estar claro que no ha evolucionada jamás un gen para el uso de las computadoras. LAS SUPUESTAS RAÍCES DE LA CRIMINALIDAD. Entonces ¿dónde está la respuesta? Muchas personas creen que está, de hecho, en la genética, o al menos en la biología. Es una opinión general, que mantienen muchos científicos capaces, además de otros hombres y mujeres inteligentes. Es justo que mencione este hecho, ya que estoy en desacuerdo con ellos.. Por lo tanto debe de comprender el lector que los puntos de vista que voy a exponer no son por fuerza los puntos de vista ortodoxos de la ciencia como un todo. Existen dos razones fundamentales de que yo discrepe. La primera razón es que no hay evidencia de que l criminalidad se herede en los genes, ni se podrá encontrar esa evidencia. Si parece un punto de vista sorprendentemente extremo, consideremos lo que queremos decir cuando usamos la palabra “criminalidad”. Creo que todos estarían de acuerdo en que la criminalidad es un tipo de conducta que ofende nuestras creencias morales, o conducta que n o está permitida por la ley. Por lo tanto, es un concepto moral, o uno legal, pero no es uno científico. Ninguna cantidad de estudios genéticos nos dirá si cierto tipo de comportamiento es “correcto2 o “equivocado”, hablando desde el punto de vista moral, o legal. Los estudiantes que se opusieron a los tanques en la plaza de Tiananmen eran criminales en China, pero héroes en el resto del mundo. Entonces estoy sugiriendo que se debe de abandonar toda investigación científica de las causas de la criminalidad? No del todo, pero debemos tener en claro por completo cuales son las características que estamos investigando. La agresión se puede equiparar con la criminalidad, pero una persona agresiva no es por fuerza un criminal y, de hecho puede ser un miembro digno de la comunidad. Todo depende de “canalizar” esos instintos agresivos heredados o no. Es necesario plantear otro punto, un poco más perturbador. Los genetistas que afirman estar estudiando la criminalidad casi siempre se ocupan del crimen violento, casi nunca de los que podríamos llamar crimen de “Cuello Blanco”. Eso podría ser porque aunque es fácil (aunque erróneo) igualar la agresión con la criminalidad, no existe un tipo patente de conducta que se asocie con defraudar a nuestro empleador, traicionar a nuestro país, o incluso deslizar algo de cianuro a la bebida de alguien. Si la “criminalidad” es heredable. ¿qué palanca conveniente podemos usar para afirmar que existe un gen para eso? Por supuesto la respuesta es que no hay uno. Ahora llegamos a la segunda razón de por qué no creo que las teorías genéticas puedan explicar en forma adecuada las causas de la criminalidad. El índice de criminalidad sube y baja en diferentes momentos. ¿Qué se puede concluir de esto? ¿Es posible que la estructura genética de la gente cambie una y otra vez con los años para producir tales fluctuaciones en la conducta criminal? La respuesta debe ser “No”, en especial porque esos períodos en que los cambios tienen lugar a menudo son menores al período de una sola generación. Por lo tanto, invocar a la genética como causa del crimen es ignorar este hecho de que los índices de criminalidad suben y caen en asociación con cambios en el entorno económico o político. Esto no significa por fuerza que tratamos con un caso de causa y efecto, pero es una correlación que vale la pena considerar y explorar más. LAS CAUSAS DEL CRIMEN. Entonces, ¿cuáles son las causas del crimen? La necesidad apremiante de una respuesta a esta pregunta de importancia vital está unida a la gran dificultad de encontrar ese tipo de respuesta. Se han examinado las posibles causas subyacentes, físicas, psicológicas, morales, sociales y económicas, y no han podido producir una explicación satisfactoria. Esto es desconcertante, ya que en teoría, la respuesta se debe encontrar en la forma en que uno o más de estos con juntos potenciales de causas afectan nuestro comportamiento. Sentimos que la respuesta debe estar al alcance, sin embargo, nos sigue esquivando. ¿Por qué? La razón que se da por lo general es que las causs del crimen son demasiado complejas y con muchas vertientes, así que no es posible presentar una respuesta fácil. Esto es cierto sin duda., pero no son solo las respuestas fáciles las que son esquivas; es igual de difícil encontrar respuestas complicadas. Creo que se debe en parte al hecho de que en ocasiones las personas o los grupos proponen respuestas o soluciones que comienzan en una base estrecha. Si un político propone una respuesta, es probable que lo afecte mucho su propia posición política o ideológica. Los académicos que estudian el problema por lo general estarán investigando un aspecto intelectual particular que les interese. Otros, como la gente de la iglesia, trabajadores sociales y policías, pueden estar demasiado cerca del problema para poder dar un paso atrás y echarle un vistazo objetivo, y es posible que lo vean desde su propio y limitado punto de vista. Por lo tanto las posiciones ideológicas, científicas y emocionales a menudo dictan respuestas específicas, que muchas veces están preconcebidas en forma inconsciente, con el resultado de que es muy difícil tener una imagen completa. Además, por la naturaleza política y emocional del tema, a menudo se presentan genuinos malentendidos y a veces también se emplean confusiones deliberadas. Un ejemplo del tipo de confusión que es una mezcla de malentendido genuino y manipulación de la verdad inducida por la política se puede ver en el debate estéril y a menudo amargo entre simpatizantes de la derecha y de la izquierda respecto al papel de la pobreza cm o causa de la elevación del crimen. Los de la izquierda insisten en que la pobreza es una causa principal del crimen y que se reduciría si se hiciera más por los pobres. Los de la derecha contestan diciendo que la mayoría de los pobres siguen obedeciendo la ley y que es un insulto para los pobres sugerir que obedecen la ley menos que otros ciudadanos. Cada cierto tiempo, aparece un artículo en los periódicos, diciendo que alguna personalidad u organización conocida a apoyado un lado o el otro y que a esto se le considera una victoria para el punto de vista de ese bando. Los dos partidos políticos opuestos han seguido el debate por muchos años, sin progreso alguno. Ya hemos considerado la cuestión de la estructura biológica como causa del crimen y llegamos a la conclusión de que existen graves peligros en las conclusiones que han propuesto algunos criminólogos. Esto no significa que el estado físico de una persona no pueda afectar su comportamiento en una forma que se pueda llamar criminal. Un hombre atormentado más allá de lo que puede resistir bien puede volverse violento, incluso si no se comporta de esa manera en cualquier otro momento. Se dice que todos somos capaces de asesinar, o al menos de matar, si se dan las circunstancias correctas, y no tengo duda de que esto sea totalmente cierto. Un hombre muy bueno que conocí una vez me dijo que con facilidad pudo haber atacado y matado a un hombre que había atropellado a su esposa en un accidente automovilístico. mi amigo al principio pensó que habían matado a su esposa, y fue sólo al darse cuenta de que todavía estaba viva lo que detuvo su mano. Cuando la gente está cansada, asustada o enojada bien puede hacer algo que no haría en otro momento. Por supuesto, esto se ha sabido por largo tiempo, no solo entre ls personas en general, sino también en contextos legales, en temas como crímenes pasionales (?) o matar en autodefensa. Las circunstancias y estados fisiológicos personales no representan la mayor parte de crímenes graves. Las condiciones psicológicas, la enfermedad mental, bien pueden afectar en forma adversa l conducta de la gente hacia la criminalidad, pero de nuevo estamos tratando con casos individuales. Estas causas potenciales, estados y enfermedades físicas y mentales no pueden explicar el problema general del crimen, ni pueden explicar por qué el crimen violento ha aumentado en forma tan notable en los últimos años. Parece claro que las causas de la mayoría de los crímenes son morales, sociales y económicas, más que físicas y psicológicas. Existe una fuerte correlación (¡una terrible palabra!) entre el reciente incremento en la taza de crímenes y los grandes cambios en la estructura social y estándares de moral que han tenido lugar al mismo tiempo. Por supuesto, una correlación no por fuerza implica causa y efecto, como hemos visto, pero con Guillermo Occam en mente, es un punto inicial útil. Julio A. Ceballos. San Luis Potosí., S.L.P. a 18 de julio de 2014. P.D. Guillermo de Occam, monje franciscano que vivió a finales del siglo XIII y principios del XIV. Guillermo de Ocamm enseñó que “las entidades no se deben multiplicar más allá de lo necesario”. Esta pomposa máxima filosófica se puede expresar en forma más útil, diciendo que siempre es mejor considerar primero la explicación más simple de cualquier problema. En otras palabras, no compliquemos la situación innecesariamente. Este útil principio ha llegado a conocerse como la “Navaja de Occam”, y sostiene que las “entidades” innecesarias se pueden rasurar.

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